Cabaña de Alice

En la enfermería no había nadie que en aquel momento pudiera atender a Desmond, así que decidí llevarlo a mi cabaña.
Le di de beber agua, lo tumbé en mi cama y comprobé su frente, tenía fiebre.
Suspiré, cerrando lentamente los ojos y poniéndole una compresa de agua fría sobre la frente, allí no teníamos muchos medicamentos, y no quería darle nada estando insegura.
Tenía sueño, y me tumbé a su lado, al fin y al cabo, la cama era bien grande, y, estuve vigilándolo y tocando su frente para comprobar si mejoraba o no, pero el sueño me venció.

Me desperté sintiendo una presión en la cabeza como si dos hombres me la estuvieran apretando. Siseé esbozando una mueca de dolor e intenté incorporarme, sintiendo como algo húmedo caía de mi frente a mi tripa. Parpadeé varias veces. Estaba en una especie de cabaña que no conocía, aunque la chica que se hallaba dormida a mi lado era más que reconocible.
Por un instante, el pánico me pudo. ¿Y si me había dejado K.O. para hacer un ritual sagrado en el que teníamos que concebir más criaturas como ella? Negué con la cabeza sintiéndome estúpido, estaba paranoico... Y además, muy débil. Tragué saliva, preguntándome porque no estaba tan sediento como antes, e intenté ponerme de pie sin despertar a Alice.

Estaba dormida, pero siempre estaba alerta, tanto que escuché perfectamente el sonido de unos pasos gracias a mi avanzado sentido del oido.
Poco a poco, ceñuda, empecé a abrir los ojos y vi a Desmond poniéndose de pie, y, antes que se levantara de la cama, lo agarré del brazo y lo volví a tumbar a la fuerza.
Lo miré ceñuda a los ojos, fría.
-Ni se te ocurra moverte. No quiero jugar al escondite, ¿vale? -tras decir eso, me levanté de la cama, sin ningún problema para haberme levantado hace unos segundos.

Parpadeé varias veces, realmente sorprendido. Me chupé los labios y jadeé.
-Debes darme alguna bebida con gas... puede volver a darme otro bajón de azúcar.-dije en mi tono característico que, a pesar de ser algo muy sencillo, sonaba muy técnico y autoritario, como un médico.

Fruncí el ceño cuando me dijo aquello, parecía el típico sabiondo de clase, pero parecía que lo decía totalmente en serio, así que salí de mi habitación un momento, me acerqué a la cocina y cogí una coca-cola, lo único que encontré allí, pronto tendríamos que salir de espedición a por más comida.
Entré a la habitación y me quedé quieta, apoyada en el marco de la puerta, lanzándole la lata para que la cogiera y bebiera.

Cogí la lata, la abrí y me la bebí entera casi de un trago, evitando eruptar.
-Gracias.-dije apretando la lata distraídamente entre mis manos, pensativo.-¿Qué hora es?

Miré el reloj que había sobre la cama y suspiré por la nariz.
-Las diez de la noche -contesté.
Miré por la ventana ceñuda, allí, asomados, habían unos niños pertenecientes a la manada que cuando se dieron cuenta que los miraba huyeron. Segundos después noté su presencia dentro de la cabaña. Un niño, hijo de unos miembros de la manada, entró asombrado y sonriente a mi lado, tirándome de la camiseta recién cambiada.
-¡Es un humano, un humano! -dijo nervioso, no había visto uno en su vida.
Sonreí y lo cogí en brazos, él me abrazó por el cuello y yo asentí con la cabeza.
-Así es, pero está algo cansado, evita que tú y los demás lo molestéis, ¿vale?
El niño asintió con la cabeza pero no se bajó de mis brazos, mirándolo con los ojos muy abiertos.

Parpadeé y miré al niño, formando una especie de sonrisa y alzando la mano para saludarle. ¿Sería también un niño-animal?
-¿Cómo... te llamas?-pregunté algo cortado, no por el niño, si no por la intrusión.

-Nate -contestó, dando un salto y tirándose sobre la cama- Soy el hermano de Alice -contestó sonriente- ¿Y tú... -lo señaló- no te conviertes?

Sonreí de lado, mirando curioso a aquel niño. Parecía tan inocente que no lo veía transformándose, sinceramente.
-Yo soy Desmond y no, no me transformo.-dije ensanchando la sonrisa y mostrando la dentadura.-¿Cuántos años tienes?

Nate sonrió.
-Seis -dijo, orgulloso.
Desde la puerta los miraba sonriendo. Había visto a Nate crecer que me causaba ternura verlo con Desmond, siempre soñé en vivir una escena parecida pero con nuestro hijo, aunque me temo que es imposible dadas las circunstancias.

Arqueé las cejas.
-¡Hala, qué mayor!-dije sin saber qué más decirle, verdaderamente. La pediatría no se me daba muy bien.-Y... bueno...-miré alrededor.-¿Vives aquí?
Tenía la impresión de que el niño me daría más respuestas de las que me iba a dar Alice para así satisfacer mi curiosidad, aunque por otra parte temía als respuestas.

Asintió con la cabeza.
-¡Todos vivimos aquí! Somos un montón... más de treinta.
Sonrió, mostrando su dentadura.
-Aunque los otros son más... -siseó- yo nací aquí, y no me dejan salir del territorio -bufó- ¡pero pronto iré fuera!

Abrí los ojos, sorprendido.
-¿Treinta...? ¿Y todos os... transformáis?-pregunté de hito en hito. ¿Pero cuánta gente como aquella habría en todo el mundo? Lentamente, notaba como dejaba mis prejuicios a un lado... claro que MUY lentamente, no dejaba de pensar en mi tatuaje: "Camina entre nosotros, pero no es uno de los nuestros".

Asentí con la cabeza, al mismo tiempo que Nate.
-Sí -sonrió- ¡Oh, pero somos muy buenos! Vivimos lejos de las ciudades porque los demás no nos aceptan y eso no es nada bueno... -suspiró- ¿Tú... no eres así, verdad? Porque a los demás no les haría gracia tenerte aquí.
Hice una mueca y entonces dejé de mirarlos, mirando al suelo, a ver qué pamplinas les contaba ahora...

Formé un rictus con los labios, sintiéndome entrillado. No podía contarle a un niño de seis años un rollo entero sobre la teoría del evolucionismo...
-Hmm... verás...-dije intentando buscar las palabras exactas para explicarme.-¿Tú alguna vez te has comido patatas fritas con chocolate? Las patatas y el chocolate están muy ricos, pero a nadie se le habría ocurrido nunca juntarlos, ¿por qué? Simplemente... porque no encajan.-bajé la mirada.-Y menos cuando una patata frita no cree en la existencia del chocolate...

Nate frunció el ceño, parecía haberlo pillado.
-Oh -siseó- Vale -entonces se puso de pie, se acercó a mí, me dio un beso en la mejilla y se fue.
Miré a Desmond, seria.
-Asi que soy una especie de repelente para ti, me alagas... -ironicé.

Negué con la cabeza mientras veía como el pequeño se iba, serio.
-No es eso. Ya sabes qué es lo que pienso.-dije firme.-Lo siento, es... como si te obligase a creer en algo que no quieres.

Entrecerré los ojos, mirándolo, seria.
-Te daré un consejo: vete enseguida de aquí.
Bufé y me senté en un sillón de espaldas a él, ya había rido demasido duro para mí volvérmelo a encontrar, pero no pensé que lo pasaría tan mal.

Me puse de pie y suspiré, poniéndome la camiseta y sintiéndome menos débil. Me acerqué al sillón y coloqué una mano encima de su hombro mientras decía aquello:
-Nunca olvidaré lo de África.-dije sinceramente.-Fue el mejor verano de mi vida.
Eché a andar hacia la entrada de la casa, le eché un vistazo de nuevo a Alice y salí de allí.

Me quedé casi paralizada cuando dijo aquello. Sin embargo, a pesar de que tuviera un mínimo de esperanza, me di cuenta que aquello era una despedida. Noté que mis mejillas se humedecían y que se me resbalaban un par de lágrimas. Me quedé allí, quieta, llorando en silencio.

Paré de llorar al notar la presencia de Nate y negué lentamente con la cabeza. Él se me acercó y yo lo abracé, acunándolo con mis brazos sobre mi regazo.
-No, Nate, sólo estoy triste -intenté sonreir para que no se preocupara tanto.


Off: luego, cuand pueda kntsto. Stoy x el mvl.